Eso me preguntaba yo y por ello he empezado a leer artículos psicológicos al respecto. ¿Dónde está la memoria? ¿Por qué recuerdo perfectamente cosas que pasaron hace 20 años, y el número teléfono móvil el tiempo justo para anotarlo y olvidarlo para siempre? ¿Por qué olvidamos? ¿Cuándo cambiamos nuestros  recuerdos? ¿ Porque no nos queremos dar cuenta de ello?

Cuando me casé iniciamos la luna de miel en Panamá, dos o tres días de tránsito y en lugar de ver el canal nos fuimos al río Chagres, que alimenta al mismo y es donde empieza la Amazonia. Allí tuvimos contacto con el poblado más natural  con el que he interrelacionado, y curiosamente la única diferencia insoslayable para ser como ellos habrían sido mis pies. La morfología de los suyos denotaba que jamás habían usado zapatos, y tal como vivían tampoco los necesitaban. Porqué digo esto. Lo digo porque cuando leo y busco donde está nuestra memoria no hay tanto escrito de cuanta de nuestra memoria ponemos en internet, y de la influencia que esto tiene. Los mejores artículos son de cuando aún no teníamos zapatos, o al menos obvian este detalle.

Mientras más leo más preguntas me hago. Parece que existe cierta redundancia de la información en nuestro cerebro, que mejor recordamos cuanto más asociado esté el recuerdo a una emoción, y qué en este caso, no sólo se refuerzan las conexiones sinápticas sino que el propio núcleo de la neurona se involucra aumentando la persistencia del recuerdo. Yo que todavía me considero cuerdo, creo que sé dónde tengo cada recuerdo, cuales modulo  y cuáles no.  Pero siento que parte de esta memoria la estoy dejando en la red, y allí lo que puse puse y no puedo modificarla ni distorsionarla. Se escapa a la forma natural de uso. No se si os habrá pasado, pero probar a hacer una foto a una chica recién estéis enganchados de ella, y verla tres meses después cuando simplemente seáis conocidos. El mismo rostro por el que estabais colados no os lo parece menos, pero que muchísimo menos agraciado. Aunque la foto es la misma.
Yo que nunca tomaba apuntes en clase, ahora, por premura del tiempo, voy dejando mis notas y mis recuerdos en la red, me relajo y en lugar de memorizar cosas importantes recuerdo el proceso para encontrar la solución a través de google, o como me ha pasado hace poco, sé  que debe de estar con los apuntes, en red, de aquella asignatura del máster, y sé que poner en un buscador local para encontrarlo. Pero, ¿y los nativos digitales?  que no se sueltan del smartphone, que dejan sus  fotos en las redes sociales del momento, y que en caso de necesidad lanzan un whatapp para que pedir ayuda a su comunidad.  En realidad la memoria además de buscarla por los mapas cerebrales también está en la red.
A mí ya me supone un trastorno cuando en vacaciones estoy sin la capacidad de conectarme, pero ¿y a ellos? a estos nativos digitales. Parece evidente que tanto el uso de los zapatos como de internet es bueno, pero debemos plantearnos qué pasará con nuestros ancestrales procesos de olvido y distorsión, como nos acostumbraremos a vivir en un mundo donde cada vez la intimidad es más publica, y donde cada vez que damos nuestro identificador va tambien implícitas nuestras redes, nuestro números de amigos, la calidad de nuestros contactos, …

En definitiva si el uso de la herramienta cambia nuestra morfología, incluso la cerebral, deberíamos al menos preocuparnos al respecto y por supuesto tener cierta racionalidad o no?