vendi mi alma Antaño, ha mucho tiempo ya, por el verano de 2007, comenzamos este blog con la ilusión de adentrarnos en nuestro Yo Digital, de advertir de los peligros de exponer nuestra psique en la red, y de la necesidad de cambiar o conjugar el enfoque con que lo hacemos. Si como humanos nos guiamos por emociones, por qué no plasmarlas en la web. Además iniciamos esa etapa con un slogan tan inspirado como el que figura en la cabecera de este blog. “Existo, luego estoy en la red”

Hogaño, ahora, retomamos de nuevo esta labor con más ilusión y más pecados. De ahí este título, “Cuándo vendí mi alma a Google”, sólo tengo que entrar en mi navegador y ver todos los anuncios de aquello que alguna vez anhelé en Internet. El sofá que nunca me compré, el dron con cámara que me interesó, y algún pecadillo más que deseé. Aunque quizá, ahora que están los reyes magos cerca, no estaría de más remarcarlo. Pero a lo que vamos, ¿cómo he podido cometer tantas indiscreciones?

confesionario facebookAdemás mis pecados son de todo tipo, pensamiento, obra y omisión. De pensamiento y obra, cuando admito que se recaben mis cookies, y de omisión cuando admito instalar cualquier app, sin leerme las condiciones, y claro, dejo acceso a mis contactos, mis fotos, mis ubicaciones,…, pasadas, presentes y futuras. ¿Y a cambio de qué? ¿Merece la pena? Además ya sabemos que el olvido digital, para bien o para mal, no existe. Son las nuevas reglas del juego.


De cualquier manera estamos contentos con haber reflotado el blog, y esperamos tras esta etapa de silencio poder seguir reflexionando acerca de las bondades y peligros del ciberespacio. De cómo fusionar nuestro yo digital y nuestro yo psíquico a sabiendas de que de prevalecer lo hará el primero y de que visto lo visto es el único por el que se me conoce, incluso por las mayoría de mis contactos en las redes sociales, Linkedin, Facebook, google+,…

En esta nueva etapa lamento no tener aun los suficientes conocimientos como para poder desarrollar un confesor digital, ya que vamos de pecados, alguna app a la que poder contarle aquello de lo que me arrepiento y que así no me lo vuelva a mostrar mientras navego. Claro, que yo podré obviar que una vez quise un dron con cámara, pero la empresa que lo ofertó, o la chica con la que chateé, jamás olvidará que yo una vez la deseé. (y que bueno sería de vez en cuando rememorar mis pecados confesos)

Mis pecados olvidados