Sábado por la noche. Paseo rápido hacía la Peñota, en la sierra de Guadarrama, huyendo de las luces de la urbanización con la ilusión de ver las estrellas antes de que salga la luna, qué será casi llena. En el firmamento luce Júpiter. Los perros ladran por doquier. Es un paseo hacía el siglo XX y unas ganas de sentirme sólo despojado de tecnología para pensar. Pero es mentira. Además de la navaja que suelo llevar cuando voy al campo, como en siglos pasados, llevo mi Smartphone, que me ata al presente, es más, si sé que es Júpiter el que brilla lo sé porque lo aprendí mirando el cielo a través del google sky map.

Pero es una buena ocasión para pensar, y pienso cómo ha llevado el apagón digital de su blackberry mi hijo. Y cómo me ha sorprendido.  Cuando le he recabado a contactar con sus amigos para saber si quedaban o no y organizar la intendencia familiar, en lugar de usar el teléfono se conectaba con el ordenador y chateaba con ellos. Por más que he insistido no he logrado que hiciera una sola llamada.
Luego ya más de noche en el Carpe Diem, un pub de Los Molinos, surge la sorpresa, hay una fiesta, y primero un cuenta cuentos, con la sola ayuda de voz, y después una cantante, sola con su guitarra, alinea a todos los presentes y logra que se canté, bailé y tararee al ritmo de su canción. Sin ninguna ayuda tecnológica. No cuento ni la iluminación ni las copas. Cuando pienso en cómo se ha conseguido este alineamiento emocional casi mágico no puedo olvidarme de las neuronas espejo.
Las neuronas espejo son un descubrimiento relativamente reciente, de los 90’s. Según la Wikipedia se denominan neuronas especulares o neuronas espejo a una cierta clase de neuronas que se activan cuando un animal o persona desarrolla la misma actividad que está observando ejecutar por otro individuo, especialmente un congénere.


Es más, se supone que estas celulas constituyen el mecanismo neuronal que explica la propagación de emociones entre individuos. Este mecanismo empático puede que sea el responsable capaz de difundir y contagiar emociones de forma rápida entre comunidades. ¿Puede la red activar el funcionamiento de estas neuronas? No me cabe la menor duda en algunos casos como con Las carcajadas de Carlos Sobera pero dudo mucho que el chat de la Blackberry las active con la misma intensidad, es más cabría preguntarse si el uso continuado de comunicaciones no presenciales, chat, mail, en mi trabajo ( Es así de antiguo) y redes sociales fuera de él, inhiben su comportamiento. (De forma reversible?)
En fin, esta es otra diferencia más entre la vida digital y analógica a tener en cuenta para cuando caigamos durante largos periodos en el mundo virtual. Y si queremos hacer un mundo digital más emocional tendremos que tener en cuenta el  cómo transportar los mecanismos innatos que nos hacer ser la especie emocional que somos.
Mientras tanto me ha alegrado ver liberados por unos días a algunos de su Blackberry.