vangogh1.jpgNuestros recuerdos sobre quiénes somos: ¿dependen de nuestras experiencias personales o dependen de las circunstancias en que los recordemos?

Aparentemente la respuesta a esta pregunta es fácil y una gran mayoría nos inclinaríamos por la primera opción. Así, tendemos a pensar que nuestra memoria es como un armario en el que guardamos imágenes, sonidos, ideas, etc., que permanecen inmutables y podemos recuperar en cualquier momento. Y esto, por supuesto, afectaría a los recuerdos que tenemos sobre los episodios de nuestra vida, que nos permiten explicar cómo somos. Tenemos la idea de que nuestra vida es como “una película” que en cualquier momento puede pasar ante nuestros ojos. Sin embargo, como expone magistralmente Daniel L. Schacter en su libro Los siete pecados de la memoria, no hay nada más lejos de la realidad.

3salvador-dali-invisible-man.jpgEl hecho más contrastado es que nuestros recuerdos sobre el pasado tienen más relación con el presente que con lo que realmente sucedió en una época anterior de nuestra vida. Por ejemplo, si se induce a unas personas a creer que un determinado rasgo de personalidad (extraversión o introversión) es más ventajoso, generarán más deprisa recuerdos sobre episodios en los que se comportaban de acuerdo con ese determinado rasgo de personalidad. De la misma manera, cuando se recoge la opinión de unas personas sobre un tema y luego se exponen argumentos a favor y en contra que consiguen que algunas cambien de opinión, en general las personas que han cambiado de opinión no son conscientes de haberlo hecho. Es decir, recuerdan equivocadamente que siempre habían pensado igual. Aunque quizá el hecho más desconcertante sea la posibilidad de inducir recuerdos falsos. En un famoso estudio se preguntó a los participantes sobre recuerdos de su infancia temprana, a partir de la información proporcionada por los padres y los hermanos mayores. Las preguntas se realizaban tanto sobre episodios que habían ocurrido como sobre episodios falsos. Los participantes recordaban con precisión casi todos los hechos verdaderos y al principio no referían recuerdos de episodios falsos. Pero en entrevistas posteriores, entre un 20 y un 40% de los participantes llegaron a describir cierto recuerdo del hecho falso.

Por lo tanto, los datos parecen indicar que la identidad humana no es un concepto estable. En este contexto cabría preguntarse, ¿ocurre lo mismo con la identidad digital? La posibilidad de guardar físicamente fotos, correos electrónicos, canciones que nos gustan, etc. ¿nos permitiría tener una visión más real de quienes éramos y quiénes somos, o también tenderíamos a manipular dichos elementos para que coincidieran con el presente?

Quizá sea cierta la inquietante afirmación atribuida a Julio Cesar: Es imposible no terminar siendo como los otros creen que uno es.