Mi abuela Marta era ciega, pero me enseño a leer, y siempre conocía el estado de ánimo de todos en la casa, sólo con como hablábamos. Más tarde alguien me dijo que en los pueblos el ciego era el listo, y el sordo era el tonto. Básicamente, porque según él, aprendíamos por el oído, y pensándolo fríamente puede que tenga razón, por ejemplo, recordad un anuncio de la TV que os haya gustado, a que recordáis su música.


Ahora que ando metidos en descubrir las descubrir diferencias entre el mundo digital y biológico, y de las carencias emocionales que aun tiene el mundo digital reparo en cuanto estamos perdiendo de esta facultad de interpretar el valor añadido que da la voz al mensaje. Por las prisas, en la red todo aquello que no sea atómicamente indexable pierde valor. Por ese motivo suelo mandar antes una foto, con el momento preciso, que un video de tres minutos. Quién es capaz de esperar un tiempo indeterminado hasta que llegue el fotograma en cuestión. Prefiero una página web, que leo en diagonal o a saltos, que un post hablado, por el que no puedo navegar. Incluso en mi trabajo se pone de moda la mensajería instantánea como manera de administrar el tiempo y evitar interrupciones. Estoy de acuerdo en muchos casos pero claro se pierde toda la información no verbal, y se disminuye la componente emocional tan necesaria para formar equipo en el entorno laboral. La componente no verbal de las conversaciones esta cada vez más deteriorada, o si no pensad, ya todos somos capaces de ver cualquier película doblada sin notar que la boca se mueve de una forma mientras las palabras salen de otra.
Pero es más, cada cultura, cada lengua, tiene peculiaridades propias. ¿Podrá la red unificarlas? O debemos rendirnos y ver el mundo bajo un prisma anglosajón. Desde luego la red unifica, todos sabemos que el corta y pega es control c, control v. Pero, mientras en occidente el tiempo y la manera de escribir transcurre de izquierda a derecha, en oriente es desde arriba hacia abajo. En español, puente es masculino, mientras que en alemán es femenino (Die Brücke), y en cada caso se asocian atributos o de fortaleza o de gracilidad. Además cada lengua su idiosincrasia propia.
No creo que la red sea capaz de unificarnos, o al menos la componente emocional de cada cultura. Lo que es cierto es que no solemos ser conscientes de la importancia que tiene nuestra forma de hablar en temas tan espinosos como conseguir una pareja estable.  Y me refiero más al cómo que al qué.  James W. Pennebaker de Texas analizó las conversaciones de 40 parejas  durante una sesión de citas románticas de sólo cuatro minutos. Analizó el uso de artículos y expresiones tipo yo, él, esto, y, como,…  partículas gramaticales usadas en todos los contextos y que se usan de forma rápida e inconsciente. Pues bien, observo que las parejas que usaban palabras funcionales similares y con una frecuencia parecida tenían más tendencia a querer volver a “quedar”. (Cuanto darían muchos por aplicar bien estas técnicas en los chats de contactos). Con posterioridad Pennebaker estudió el uso de estas palabras en mensajes escritos cortos con 86 parejas estables, llegando a la misma conclusión.
No se sabe  si estas parejas son más estables porque per sé hablan de la misma manera o porque han aprendido a escucharse y modular los mensajes con la misma estructura, pero estoy seguro de que mi abuela ligaría más que muchos en un chat, y de que esta es la razón por la que muchos informáticos juegan tan mal al mus.