Paseaba Felipe II allá por el 1570 por sus aposentos del Monasterio del Escorial cuando Antonio Pérez, secretario real, le comunico:

Majestad, ha llegado correo del virrey del Perú.

-¡Ya! Vaya, cómo pasa el tiempo.
Y es cierto, una cosa es el tiempo físico, ese que relativizó Einstein, y otro el tiempo que nos parece vivir. Este muchas veces viene ligado no tanto a los cambios relativos de posición de los objetos, como a la periodicidad con la que recibimos las informaciones cotidianas.
Esta semana me ha tocado vivir en un hospital acompañando a un familiar. Allí no sucedía nada en horas y horas por lo que parecía que no corría en absoluto el tiempo. Así que cuando la cobertura lo permitía leía la prensa en el móvil, o veía las noticias en la TV, y al final del día, antes de volver a casa, me tomaba una cerveza en mi pub favorito y leía la prensa. Todo era asincrónico, y día tras día me veía abocado a una época distinta. A saber: En la prensa (años 80’s quizá) no estaban los resultados de los partidos del master de Miami, si no sus predicciones, y la crónica de los partidos que ya habían pasado dos jornadas atrás. En la Tele (años 90´s) estaban los comentarios de la Huelga General de hacía dos horas, mientras que en twitter (ya de entrado el  Siglo XXI) se podía seguir la información con varios minutos de diferencia.
Este cambio de velocidad, de mi ritmo cotidiano al de la estancia en el hospital me ha hecho vivir en primera persona la desordenación de los eventos temporales y me recordaba mi etapa de programador cuando trataba con protocolos de comunicación y debía sincronizar entidades mediante eventos sin existir ningún reloj maestro. Y curiosamente lo que más me desorientaba era la no existencia de ese reloj maestro que yo internamente asocio a la recepción de la información diaria.
Si en la época de Felipe II y posterior, el tiempo estaba a corto plazo asociado a la secuencia de días y noches, y a largo plazo a la recepción de informaciones que llevaban su tiempo, el que tardaban las naves para cruzar los mares, este se ha ido acortando cada vez más. Ya con la luz eléctrica nos libramos de la tiranía de la oscuridad por la noches, y posteriormente la radio y TV han ido acortando cada vez más la periodicidad para recibir las noticias.  Que bien se debía vivir en los 70s, 80s cuando las noticias de la prensa coincidían prácticamente con los días naturales de 24 horas.
Mañana lunes volveré de nuevo al ritmo natural, e-maisl, twitters, redes sociales, whatsApps … Probablemente me enteraré en segundos de cualquier noticia relevante. La muerte de Lincoln tardo en media varios días en ser conocida, la de Kennedy horas, y el desastre de las torres gemelas se vivió en directo. (Y eso que no había twitter). No me cabe duda que aprovecharé mejor el tiempo. No se si me hago mayor pero tengo la sensación de que antes lo disfrutaba más. En fin el tiempo en el mundo digital es sin lugar a dudas emocionalmente distinto, y a la que te descuidas desordenado.