Llega la navidad, las plazas se llenas de abetos mutantes, y si algo bueno tiene esta época es que nos trastoca el ritmo y nos hace cumplir con costumbres olvidadas el resto del año. Como la de reunirnos presencialmente con otros seres que apenas vemos el resto del tiempo. (Por algo será) y si algo constato año a año es que incluso los seres más escépticos se hayan ya inmersos y sin retorno en la sociedad de la información, (aun no del conocimiento).
Y es que estamos en pleno siglo XXI, y gozando a pesar de la crisis, de una abundancia digital sin precedentes. Cualquier momento es bueno para la reflexión, y porque no en este periodo tan extravagante como la navidad. No sé qué noche de esta semana puse la tele al llegar a casa, a deshora, y aparecieron tropecientos canales en la TDT, miré la guía y de entre todos escogí en el que echaban King Kong, total para coger el sueño cualquiera era bueno. Pero he aquí mi sorpresa cuando apareció un King Kong en blanco y negro, aquel que tanto insistió mi tío en que viésemos juntos hace una eternidad en su tele de blanco y negro todavía. Miré la ficha de la película y era de 1933, y el guión de las escenas que vi eran prácticamente iguales a las del King Kong de Peter Jackson . Evidentemente ahora la lucha con los dinosaurios había ganado mucho en realismo, que no en credibilidad. Pensé en mi tío, cuánto tiempo pasaría desde que se rodó la película hasta que el la vio. Esto ahora con la Sociedad de la Información ya no pasa. Cuanto se ha reducido este tiempo hoy en día, ahora los fenómenos son prácticamente instantáneos en todo el planeta que está conectado, y cada vez más parte del planeta lo está.
Pensaba en los comensales de la cena que sufrí, a pesar de la crisis, estoy seguro de que todos estaban dispuestos a renunciar a cenas y salir, pero no a su internet ni a sus móviles de última generación. (Lo dicen las estadísticas y lo comprobé en vivo). El año que viene cuando vuelva a sufrir la misma reunión presencial veré si han cambiado los patrones y no hace falta esperar a la tertulia para que todos saquen el móvil y enseñen las fotos de sus hijos, mascotas o vacaciones, y de paso farden de móvil. Un gran avance sería que todos las hubiesen compartido por alguna red social. Puede que a lo mejor no me apetecía estar con ellos porque no coincidimos en ningún círculo digital. Pero eso ya es sociedad del conocimiento, que va más allá de la sociedad de la información.
Por cierto, aquella noche no acabé de ver la peli de King Kong, pasé a las noticias y por supuesto estaba la crisis, la real, nada de abundancia, aunque era casi lo mismo que la peli, con su luchas entre gorilas y dinosaurios. Por algo perviven los mitos.